JUGAR O NO JUGAR, THAT IS THE QUESTION
Hacernos la reflexión de Hamlet respecto de cualquier cuestión es un recurso muy recomendable. En este caso vamos a referirnos al poker.
En primer lugar hay que decir que jugar al poker es divertido y muy adecuado para estimular la mente. Implica reflexión, toma de decisiones, arrojo, paciencia, cálculo e inteligencia. Siempre seremos partidarios de jugarlo, especialmente en vivo, mirándose a la cara, en reuniones amigables, alejados de la jauría de los antros. Asimismo, jugarse unos euros a la semana en salas de poker online puede ser un incentivo en determinados momentos en que apetece algo de diversión.
Nuestra recomendación -tanto en el poker en vivo como en salas virtuales- es que se juegue con cautela, en mesas donde se arriesgue poco dinero de modo que, al terminar la reunión o al cerrar el ordenador, tengamos la sensación de haber pasado un buen rato por un precio módico. Y si ha habido ganancias, felicitarse por ello.
El poker es más un juego de apuestas que un juego de cartas. Quiere eso decir que, en su esencia, lleva asociado el competir con dinero. ¿Cuánto es el dinero que uno debe jugarse?
En esta cuestión solo hay una posible respuesta: hay que arriesgar una suma de dinero que no nos represente un quebradero de cabeza caso de perderla, que sea un dinero lúdico
Desde hace algo más de una década, el poker online ha originado una dinamización inesperada del poker. Su práctica permite que muchas personas, de manera anónima, se enfrenten unas a otras en un entorno más específico, donde prima la estadística, utilizando muchas mesas a la vez y con programas que ayudan a descifrar a los oponentes.
El hábitat del poker online es duro, con jugadores agresivos que hacen del farol su arma preferida. Además, hay que tener en cuenta las comisiones que se lleva la sala de poker de cada jugada en la que se muestra el flop. Entre unas cosas y otras resulta difícil ganar: aproximadamente un noventa por ciento de los jugadores de poker online pierden.
Supongamos que dos jugadores juegan diez all-in, poniendo cada uno diez euros en la apuesta. La suerte les depara cinco manos ganadas a cada uno. Al final, en una partida de poker en vivo, ninguno de los dos habría ganado o perdido nada. En una sala de poker online, ambos jugadores han perdido cinco euros cada uno, debido a las comisiones.
Está claro que en una noche, jugando en muchas mesas, puedes perder bastante dinero solo por las comisiones. Son una barrera que solo superan los buenos jugadores. Cierto es que las casas de poker online, para fidelizar a sus usuarios, tienen un programa establecido de devolución de las comisiones mediante unos protocolos que premian a sus usuarios. Siempre es bien recibido, pero en modo alguno compensan de manera significativa los elevados costes del rake aplicado en el conjunto de manos jugadas. Se hace necesaria una revisión de estas comisiones por parte de las salas de poker.
La parte psicológica que conlleva el poker online es más compleja que la del poker real. Ante los desafortunados envites que sufren la mayoría de jugadores, desconcertados por su incapacidad en generar beneficios, siguen las pautas psicológicas habituales, identificando a la mala suerte como la causa de sus males. Ocurre que, al perder con excesiva frecuencia, llega el momento en que el jugador se siente incómodo con su torpeza. Justo en este punto se acoge a las conspiraciones para salvar su ego. Es cuando empieza a desarrollar una teoría en la que predominan los conceptos más negativos. Finalmente, expresa su frustración en un chat, en un foro o en un blog, desacreditando el poker online por intuirlo deshonesto.
Cuando un jugador tiene esta creencia incrustada en su mente es muy difícil que pueda revertir la situación. O ha dejado de jugar, o juega con un fatalismo que le hace cometer errores que le cuestan muy caros.
Al margen que el poker online sea o no deshonesto, lo verdaderamente interesante es que esta secuencia psicológica es redundante en muchos jugadores. El poker en vivo permite comentar las jugadas, encontrar algún alivio entre los compañeros de mesa. En cambio, en el poker online, estas solo, aislado, sin tiempo a reflexionar porque las jugadas se suceden de manera muy rápida. Esta disposición mental, provocada por los acontecimientos que pasan delante de la pantalla, es muy destructiva.
No es un problema menor el hecho que alguien pueda jugarse cantidades importantes de dinero desde su ordenador, encerrado en su habitación. El riesgo de que un anhelo se convierta en adicción es relevante. El ser humano es intrínsecamente adictivo, todos deberíamos ser conscientes de ello.
¿Jugar o no jugar? En la tragedia escrita por Shakespeare, Polonio expresa: con el anzuelo de la mentira pescarás la verdad. A menudo caemos en el recurso de engañarnos. Jugar con dinero exige una reflexión serena y certera, saber ponerse unos límites y ser honestos con nosotros mismos. Sí, juguemos, pero nunca traspasemos la línea roja que avisa del abismo.